Por: Farid Kury.
En los años finales de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, Johnny Abbes fundó el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), que fue el organismo que le dio dirección y cohesión a la labor de inteligencia del régimen. El SIM, instaurando un eficiente sistema de caliesaje, se convirtió en la piedra angular sobre la que descansaba la política de identificación, persecución, tortuta y asesinato de los considerados desafectos al régimen. Cualquiera podía ser un calié, desde un limpiabotas, paletero, mesero, hasta un profesor, doctor o comerciante. El miedo eran tal que en nadie se podía confiar. Hubo casos penosos en que un padre no podía confiar en sus hijos ni los hijos en el padre. A ese grado llegaba el clima de desconfianza, sospecha, miedo y delación instaurado por el SIM del siniestro Johnny Abbes.
El SIM puso en moda los famosos cepillos Volkswagen, que se convirtieron en la cara de la represión. Causaban terror. De noche, cuando se escuchaba el sonido de motor de esos vehículos, la gente sabía que se trataba de los calieses y que debían recogerse en sus casas. Pasaban lentamente por las calles, en medio de la oscuridad, mirando hacia el interior de las viviendas, en actitud de perros sabuesos, como buscando a un enemigo. A veces no se trataba de buscar a nadie, pero era una manera de mantener a la población aterrorizada y bajo control. Tan temidos eran esos cepillos, que muchas personas entendían que a través de sus antenas los calieses podían escuchar lo que se hablaba en la casa, o saber si alguien está escuchando una emisora extranjera, de esas que transmitían contra Trujillo. Obviamente, no era cierto, pero los dominicanos, ingenuos y aterrorizados, creían que sí, que los muchachos de Abbes, desde los Volkswagen, escuchaban sus conversaciones. Así era el miedo que se respiraba en aquellos días en la férrea dictadura del Perínclito de San Cristóbal.
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