El 17 de julio de 1971, la República Dominicana vivió uno de los momentos más impactantes en su historia religiosa: el robo del cuadro de la Virgen de la Altagracia. La sagrada imagen, venerada por millones de dominicanos, fue sustraída de la Basílica de Higüey, un acto que conmocionó a la nación y puso a prueba la devoción y unidad de su pueblo.
El cuadro, enmarcado en oro y adornado con piedras preciosas, había permanecido resguardado por más de 400 años sin ningún intento de hurto. Sin embargo, Enrique Antonio Paulino Cueto y Juan Bautista Silverio, tras meses de planificación, llevaron a cabo este sacrilegio con la intención de exigir un rescate de 5,000 pesos.
La respuesta fue inmediata. Las autoridades policiales, apoyadas por la comunidad, iniciaron una búsqueda exhaustiva que permitió recuperar la imagen en menos de 60 horas. El cuadro fue encontrado enterrado en el patio de una vivienda en La Romana, gracias al seguimiento efectivo de las pistas.
El pueblo dominicano, profundamente afectado, se unió en oración y esperanza. Miles de fieles se congregaron en las calles de Higüey, pidiendo por la pronta recuperación de su Virgen. La imagen fue devuelta a su lugar sagrado, y el entonces presidente Joaquín Balaguer destacó la importancia de la cooperación entre ciudadanía y autoridades para resolver el caso.
Este hecho no solo puso en evidencia la fe inquebrantable del pueblo dominicano, sino también la relevancia de la Virgen de la Altagracia como símbolo de unidad y esperanza. Hoy, más de cinco décadas después, el recuerdo de aquel suceso sigue vivo, reafirmando la devoción de un pueblo que nunca permitió que se rompiera el vínculo con su Madre espiritual.
En cada 21 de enero, Día de la Altagracia, los dominicanos renuevan su fe y agradecen por el milagro de haber recuperado su más preciado tesoro. Este evento histórico permanece como un recordatorio de la fortaleza y la devoción de una nación que siempre ha encontrado en la Virgen su guía y protección.
El Portal News RD.
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