Por: Alfrin Mercedes.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha sido escenario de una serie de declaraciones polémicas en los últimos años, particularmente relacionadas con sus críticas al Partido de la Liberación Dominicana (PLD). En repetidas ocasiones, figuras prominentes del PRM han acusado a los miembros del PLD de corrupción, señalándolos como "ladrones" y responsables de la crisis política y económica del país. Sin embargo, la incorporación de varios exmiembros de este partido a las filas del PRM causa sobre celo sobre la coherencia y principios de la formación gobernante.
Es difícil entender cómo una fuerza política que ha mantenido una postura tajante en contra de lo que considera un sistema corrupto, puede aceptar dentro de sus propios rangos a personas que, según sus propias declaraciones, son acusadas de corrupción. Este acto, más que una simple decisión política, ha desatado cuestionamientos sobre la moralidad y las verdaderas intenciones del PRM. ¿Acaso la lucha contra la corrupción es solo un discurso para ganar adeptos, o realmente una convicción que definen sus acciones?
Esta incoherencia pone en evidencia que, en ocasiones, la lucha contra la corrupción parece más un argumento para ganar votos que un compromiso genuino con la transparencia.
La política, para ser genuina, debe abrazar la coherencia entre lo que se predica y lo que se practica, y entender que la virtud no es un discurso vacío, sino un principio que se vive en cada acción.
En última instancia, lo que está en juego no es solo la coherencia del PRM, sino la integridad misma de la política como un compromiso ético y genuino. Si la lucha contra la corrupción se convierte en una estrategia de conveniencia, se pierde el verdadero propósito del servicio público: la búsqueda del bien común. La política debe ser más que una serie de alianzas oportunistas; debe basarse en principios sólidos y coherentes que restauren la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas.
El Portal News RD.
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