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De acuerdo con medios locales, los fallecidos pertenecían a una organización que venía sembrando el terror en la zona desde enero. La mujer, cuya identidad aún no ha sido revelada por razones de seguridad, habría utilizado aceite de oruga —un potente pesticida agrícola— para contaminar los alimentos que vendía.
Testigos informaron que las víctimas comenzaron a convulsionar y a sufrir fuertes dolores tras consumir los patés. Ninguno logró recibir atención médica a tiempo.
Luego del incidente, la mujer abandonó su residencia ante posibles represalias. Su vivienda fue posteriormente incendiada por miembros del grupo criminal. Finalmente, se entregó voluntariamente a las autoridades, declarando que actuó por cuenta propia y sin la ayuda de terceros.
Hasta el momento, las autoridades haitianas no han emitido un comunicado oficial sobre las implicaciones legales del caso. La situación ha generado un fuerte debate en la opinión pública: algunos consideran el hecho como un acto de justicia comunitaria, mientras que otros lo califican como una ejecución extrajudicial.
Este caso refleja una vez más el creciente poder de las pandillas en Haití y la limitada capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos.
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