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El lanzamiento se efectuó desde la base de Starbase, en Boca Chica, Texas, y destacó por el uso de un booster Super Heavy previamente utilizado, el primero en su tipo en volver a volar, lo que representa un logro en la visión de reutilización total de SpaceX.
El despegue fue exitoso y la separación de etapas se llevó a cabo sin contratiempos. Sin embargo, alrededor de los 20 minutos de vuelo, la nave perdió el control de su orientación mientras se desplazaba por el espacio, lo que provocó una reentrada descontrolada sobre el océano Índico. La estructura se desintegró al enfrentar las altas temperaturas de la atmósfera terrestre.
Por otro lado, el booster Super Heavy también presentó fallos durante su regreso, explotando antes de completar la maniobra de aterrizaje planificada en el Golfo de México.
A pesar de los percances, la compañía calificó el vuelo como “un éxito parcial”, ya que se lograron múltiples objetivos clave, incluyendo datos sobre aerodinámica, presurización de tanques y resistencia térmica. Musk aseguró en su cuenta de X (antes Twitter) que ninguna loseta del escudo térmico se perdió durante el ascenso, y que lo aprendido servirá de base para futuras mejoras.
La Administración Federal de Aviación (FAA) ya inició una investigación sobre los incidentes ocurridos, como parte del protocolo regular en estos casos. No obstante, SpaceX tiene luz verde para continuar con sus ensayos, y se espera que realice hasta 25 vuelos anuales desde su centro de lanzamiento en Texas.
Con cada intento, SpaceX se acerca más a su objetivo de hacer viable el transporte de carga y humanos al espacio profundo. El Vuelo 9 de Starship, a pesar de los fallos, reafirma el compromiso de la compañía con la exploración espacial y el desarrollo de tecnologías revolucionarias.
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