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Frank Lucas pasó de ser un joven pobre nacido en Carolina del Norte a convertirse en uno de los capos más poderosos del narcotráfico en los Estados Unidos. Durante la década de 1970, controló el mercado de la heroína en Harlem con un modelo de negocio inusual: importar la droga directamente desde el sudeste asiático, sin intermediarios, lo que le garantizó un producto más puro y precios imbatibles frente a sus competidores.
Sin embargo, su caída no comenzó por un operativo bien planificado de las autoridades, sino por un gesto de ostentación que él mismo reconocería después como su mayor error.
En 1971, Lucas asistió a una pelea de Muhammad Ali en Nueva York luciendo un abrigo de chinchilla de cuerpo completo con un valor de 100 mil dólares, acompañado de un sombrero igualmente extravagante. La prenda no solo llamó la atención por su lujo desmedido, sino también porque Lucas, hasta entonces prácticamente desconocido para la policía, se sentó en una de las mejores filas del evento, delante incluso de celebridades como Diana Ross y Frank Sinatra.
Ese detalle encendió las alarmas en las autoridades. ¿Cómo era posible que un hombre sin un nombre reconocido pudiera ostentar semejante riqueza y, además, tener mejor posición que las estrellas más famosas de la época? A partir de ese día, Frank Lucas entró en el radar del FBI y de las unidades antidrogas de Nueva York.
Lo que siguió fue una exhaustiva investigación que terminó desmantelando su imperio. Arrestado en 1975, Lucas fue condenado a 70 años de prisión, aunque posteriormente colaboró con las autoridades, lo que redujo considerablemente su sentencia.
Con el tiempo, él mismo admitió que aquel abrigo fue un símbolo de vanidad innecesaria que lo expuso. En sus memorias lo resumió como un “gran error”: la demostración de que en el mundo del crimen, la discreción suele ser la mejor aliada, y la ostentación, el principio del fin.
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