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Por: Alfrin Báez Mercedes |
No se trata solo de una emoción pasajera, sino de una experiencia existencial que, como diría el filósofo danés Søren Kierkegaard, refleja el vacío del ser en medio de la multitud. ¿Cómo es posible sentirse solo estando rodeado de miles de contactos? La respuesta parece estar en la superficialidad de las relaciones digitales.
Los filósofos existencialistas, como Jean-Paul Sartre o Martin Heidegger, planteaban que la autenticidad del ser humano surge cuando este se enfrenta a su propia existencia, sin máscaras ni distracciones. Pero en tiempos donde prima la imagen, el "like" y el algoritmo, ¿quién se atreve a mostrarse tal cual es?
Las nuevas generaciones, nacidas entre pantallas, han naturalizado el aislamiento emocional como parte del día a día. Estudios recientes muestran un aumento alarmante de los índices de ansiedad y depresión, muchas veces ligados a la sobreexposición digital. Y es que, como advirtió Byung-Chul Han, vivimos en la "sociedad del cansancio", donde el exceso de positividad y autoexigencia agota al sujeto.
Frente a este panorama, el desafío filosófico es recuperar el sentido de la presencia real. Volver a mirar al otro sin filtros, conversar sin interrupciones de notificaciones y, sobre todo, aprender a estar con uno mismo sin miedo. Porque quizás, como dijo Aristóteles, el ser humano no está hecho para vivir solo, sino para vivir bien en comunidad.
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